¿Feo o Mala Labia?
El poder de la palabra maquillada.
La comunicación es una facultad muy interesante en la condición del ser humano. Ha servido para construir puentes entre las personas, convirtiendo en una forma de compartir y de “entendernos”. Se ha tergiversado el sentido de este tipo de comunicación, sin embargo; nos hemos quedado con un tipo de comunicación en la que el orador reza y el oyente “escucha” embelesado.
Las personas hablamos para expresarnos; para poner en perspectiva las cosas que nos gustan y que no nos gustan, para darnos a conocer, en fin, para muchas cosas. En los tiempos en los que vivimos, la palabra se ha ido deteriorando tanto que es poco común oír la frase “hombre de palabra”; solo quedo para ser recordada de vez en cuando en alguna película del oeste, entre los sonidos de balas y el whiskey regándose en las cantinas… Dejando a un lado las divagaciones (y el instintivo deseo de un buen vaso de escoces), hablemos del poder de la palabra hoy en día. Si, tal vez la gente habla menos por el boom del internet, las redes sociales, el celular, bla, bla, bla… Pero para ilustrar mi punto, usemos el mejor ejemplo que puede haber. La política.
Una de las principales cartas de presentación en la política es una buena “labia”, como le decimos en Ecuador; “Estas al otro lado con buena labia”, para completar las frases de mi país. ¿Qué es esto de la labia? No es lo mismo para un candidato decir que construirán 500 casas con prestamos del 30% financiando a 5 años, que decir que se harán espectaculares viviendas en sectores paradisiacos de nuestra patria, acomodados para su compra con un préstamo comodísimo y a un plazo nunca antes visto. Vemos que la primera frase muestra la pintura tal y como es; la segunda la maquilla de forma estratosférica sin tomar en cuenta que los datos que da son… bueno, no da ningún dato. Pero no es difícil a quien le cree mas la gente.
Esta forma de expresión no solo sirve a nuestros amigos involucrados en asuntos políticos; se puede aplicar empezando con la señora de la comida para conseguir una porción extra o hasta en las relaciones personales, para hacer que un par del sexo contrario caiga rendida (o rendido en caso de las señoritas) a nuestros pies; todo con la misma efectividad. No olvidemos uno los principios básicos de la comunicación entre dos personas: es bidireccional. Esto significa que hay un orador y un oyente; el primero expone y el segundo “entiende”. La comunicación bidireccional debe provocar eso en el oyente, ya que el orador se dirige a un ente capaz de distinguir entre la verdad y la mentira, la realidad y la ficción, lo probable y lo improbable. Usar aquellos términos de mas en una conversación ayudan al orador a maquillar de tal forma sus intenciones que quizás el oyente nunca se dio por enterado. En fin, la labia llegaría a ser una sombra para los ojos de la palabra, una base para la cara del despiste y un pintalabios para los labios que dicen todo y nada a la vez.
A pesar de todo, es fundamental que en la vida aprendamos a discernir entre líneas, y ver la verdad a través de la cortina de las palabras. Quizás lo que encontremos no sea lo que realmente pensábamos.
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jueves, 13 de junio de 2013
sábado, 8 de junio de 2013
¿Discriminación o sentido común?
La obesidad como tema de debate
Hoy por hoy, sobre todo en los
países del primer mundo, existe un sedentarismo muy acentuado, debido en parte
a la proliferación de un estilo de vida con ocupaciones más estáticas frente a las
que existían en el pasado, los niños ven televisión o juegan videojuegos en
lugar de salir a correr o manejar bicicleta, los adultos son cada vez más
necesitados en trabajos de oficina frente a los trabajos en el campo o de
campo. Esto como consecuencia visible, tiene un aumento considerable en la
cantidad de personas con problemas de peso, ya sea un simple sobrepeso, o
incluso llegar a la obesidad mórbida.
Esto, en la sociedad, provoca
ciertos enfrentamientos entre dos distintas tendencias, principalmente en lo
que el uso de espacios físicos. Para explicarme mejor, voy a ejemplificarlo,
van dos personas a un estadio a presenciar un concierto, en las gradas, los
puestos están delimitados, y suelen tener un ancho de 45 cm. Aproximadamente;
pero una persona obesa ocupa mucho más espacio que los 45 cm delimitados,
dejando sin su lugar a nuestro segundo personaje. Entonces surge la pregunta,
¿Esta persona debe pagar el doble, que una persona promedio al ocupar dos
espacios? ¿Es justo que pague el doble, sabiendo que se venden entradas para
las personas, sin importar el físico-raza-sexo? ¿Es justo para nuestro segundo
amigo incomodarse, o incluso quedarse sin lugar debido a la persona con
problemas de peso?
Aunque los espacios físicos
públicos están destinados para una persona más allá de sus características
físicas, no hay como dejar de reconocer, que, sobre todo en los sitios donde se
paga para obtener un lugar, las personas que sufren de sobrepeso ocupan el
doble de espacio, por tanto, se podría decir que es justo que paguen el doble.
Este debate se podría centrar en si el vendedor del espectáculo vende el
espacio o el ingreso de la persona.
Lo más importante a considerar,
es la diferencia marcada que existe entre este tipo de “discriminación” y el
racismo o la xenofobia. En el caso de estos dos últimos tipos de discriminación
la diferencia entre las personas no es más que un accidente genético o
geográfico, en la cual los individuos en si no tienen ninguna injerencia ni
capacidad de tomar decisiones consientes referentes al tema. Además no existe
una diferencia física real, más allá de la de ciertos rasgos o el color de
piel.
En cambio, en su inmensa mayoría,
la obesidad, es una decisión, y si bien puede haber cierta predisposición
genética hacia ella, como ser humano estas en perfecta capacidad de hacer
frente a esto usando distintos medios (Una dieta más sana, medicamentos,
ejercicio o incluso una cirugía). De cierta manera, la obesidad, como
enfermedad tiene características similares a fumar o consumir bebidas
alcohólicas, esta está directamente relacionada con una conducta voluntaria de
la persona, y conlleva graves riesgos para la salud de la misma.
Pero sin embargo, la persona
sigue siendo una persona, con los mismos sentimientos y capacidades que
cualquier otra, entonces les dejo la pregunta a ustedes:
¿Cobrarle el doble por un asiento a una persona obesa es discriminación o un
acto justo?
martes, 4 de junio de 2013
Expectativa vs. Realidad: Viviendo la realidad de la expectativa.
Expectativa vs. Realidad
Viviendo la realidad
de la expectativa.
Es
una semana cualquiera en una escuela cualquiera. Sin embargo, es un día
especial: los estudiantes de años superiores ejecutan sus test de orientación
vocacional. Algunos futuros ingenieros hablan flores de esta profesión,
mientras algunos periodistas en potencia sueñan escribir editoriales en el
periódico de mayor tiraje en el país. Algunos indecisos no saben con certeza si
curar personas en medicina, o curar computadoras en alguna carrera como
Sistemas Informáticos. Todos hemos pasado por esto. Ahora, ¿cuántas veces estas
expectativas han estado a nuestra altura?
Desde
que se pone en movimiento un concepto en nuestra mente, es nuestra naturaleza
imaginar y tratar de predecir el progreso futuro de este pensamiento,
“planeamos”, por así decirlo, nuestra idea. Es innato del ser humano también
pensar positivamente; lo bien que nos ira si invertimos en tal cosa, lo bien
que seguramente nos vaya si realizamos tal actividad. Es verdad, el pesimismo
no es una de nuestras características, pero tal vez debería serlo. Volviendo a
nuestro ejemplo anterior, uno de esos mencionados estudiantes, muy brillante
por cierto, decide un día que quiere ser un ejemplar arquitecto. Todas las
personas a las que les confía este anhelo le comentan que en realidad no lo
veían por ese campo, pero esperan ver uno de sus diseños en algún lugar
importante en poco tiempo. Este acumulo de buenas intenciones hace que nuestro
estudiante eleve sus expectativas de lo que quiere por las nubes; tal vez las
cosas van a ser mas fáciles de lo que se espera.
Sorpresa,
mi querido amigo. Han pasado 4 años desde que nuestro estudiante se imagino con
su casco amarillo revisando la estructura de un colosal edificio, mientras sus
colegas lo admiran con respeto después de ser tan joven y eficiente. El
presente le ha tenido una realidad distinta: no se imagino lo que le venia.
Lucha con su carrera; no era lo que el pensaba. Sean cuales sean las razones
para el relativo fracaso de esta ficticia historia (será falsa, pero cuantos de
estos ejemplos llenan la nomina de las universidades actualmente), en realidad
pareciera que nació muerta. Las expectativas de nuestro amigo eran llegar a un
prado verde y recto sin fin, lo que encontró fue una montaña con piedras que
caen y ruedan llevándose todo a su paso.
En
la vida, no solo en el ámbito profesional, sino en general, tal vez sea hasta
prudente dejar un poco de espacio a la duda. Crecer lleno de altas expectativas
representa armar un castillo de naipes en el aire que tiene múltiples finales,
pero solo algunos son felices. En mi humilde opinión, las expectativas no deben
ser creadas desde un punto de vista imaginario y optimista; deben ser
trabajadas en el día a día y según dicte la realidad, pero sin dejar de apuntar
alto.
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